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Un valor inigualable
18.07.2021 | 09:18

Las fotos siempre nos cuentan una historia. Es un momento, un solo instante, sin embargo en ellas hay toda una película que quienes la protagonizaron, tienen la capacidad de valorarla, porque allí se esconden momentos- a veces buenos, a veces de los otros- pero en definitiva retratan una circunstancia de vida, que generalmente tendemos a valorar pasados los años. Es como que… en ese instante, no se toma dimensión de las cosas, su verdadero valor llega después.

Con la digitalización constantemente repasamos aquellas instantáneas, que nos suelen encontrar en un abrazo, en un paisaje, en un entorno familiar, en una fiesta, en un viaje o en un recuerdo, pero nunca faltan amigos para que ese momento, traiga mucho por detrás.

La foto habla, nos muestra el estado de ánimo, nos recuerda que pasaba por nuestra cabeza en aquel entonces, nos habla de todo, de cultura, de economía, de salud, de política, de trabajo, de vivencias, de anécdotas, nos cuenta sobre el pasado de un amigo, nos habla de la evolución de una persona, nos compara con el presente y nos suele proyectar hacia el futuro. Pero lo que no suele cambiar demasiado, es quienes son, los actores de la imagen.

Están aquellos que han transitado una vida entera, esos que arrancaron tal vez allá en el jardín de infantes y hoy cercanos o pasado el medio siglo, siguen compartiendo momentos, desde asados, viajes, encuentros con sus nuevas familias de la vida y al darse vuelta, verse en todo ese camino, siempre ahí, siempre cerca, aunque en muchos casos, haya tal vez kilómetros de distancia. Pero ahí están, siempre presentes, ayer alguna carta, tal vez algún encuentro, hoy un wasap, una videollamada y hasta un zoom, pero los amigos están ahí, no desaparecen.

Pueden haber sido del equipo rival, todos hemos sufrido la clásica gastada, de un hincha fanático, o porque no en las antípodas políticas, esas que son capaces de separar familias, pero a la amistad, no hay un partido político que pueda resquebrajarla, a lo sumo, los amigos aprenden a diferencia de otros, a no hablar del tema, a respetarse en el silencio de una discusión que solo abrirá grietas, en un lugar tan sagrado que nadie se atrevería a hacerlo.

Con los amigos pocas veces se hacen negocios, es tema delicado, todos entienden que podrían poner en peligro ese tesoro tan preciado y que no siempre es necesario caer en lugares tan sensibles, por eso la mejor amistad es la que tiene como única sociedad, el reparto de los gastos del asado o del combustible, a lo sumo algún que otro convite, pero una amistad sana, sabe también ponerle límite a las cosas.

Están aquellos que por familia, por carácter o por otras cuestiones que a veces es difícil de comprender, son capaces de dejar a un lado la amistad, provocando desazón, tristeza y abandono en sus pares, pero el amigo sabrá comprenderlo, aceptarlo y hasta en muchas ocasiones, dejar ir la amistad, con tal de no seguir hiriendo la sensibilidad de esa persona que supo ser tan importante para su vida.

Y están los otros, los que ya no están, los que quedan por siempre en el recuerdo y una y otra vez, son traídos a la memoria, jamás olvidados, siempre homenajeados y sobre todo, haciendo honor a lo vivido y resembrando con otros, esa relación que no muere, que ni siquiera la muerte es capaz de disolver.

Por todo esto, el día del amigo no es un día más, es el día en que dejamos de ver la foto, para que la historia que hay detrás vuelva a cobrar vida, esa misma que los verdaderos amigos, conservan durante todo el tiempo que nos toca estar por aquí, pero que no hay “más allá” capaz de darle fin.

A todos ellos, los que fueron, los que están y los que volveremos a ver algún día. Gracias por ser parte de esta foto. 

Carlos Bodanza

Para Mañanas de Campo