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San Adolfo, el pueblo que llora cuando no hay cebolla
25.05.2015 | 19:26

Sara, la almacenera de San Adolfo, cuenta que a las cotorras les gustan tanto los cables de luz que se los comen y se quedan sin luz muy seguido. Esta mujer chilena, que pasó toda su vida de este lado de la cordillera, señala el concierto que oye por la calle principal del pueblo:un cantar ensordecedor que se desparrama entre los árboles de gran porte, la sombra que no abunda y que hay que conservar como un tesoro.

En un principio se pensó hacer aquí una colonia judía, pero la idea no prosperó, aunque sí el concepto comunitario: todas las casas de San Adolfo tienen una hectárea de fondo que es usada para sembrar aquello que permita volver autosuficiente a la familia, aunque el suelo mucho no ayuda. Sólo este año hubo lluvia y mucha, gran parte de los caminos a los campos están cortados, hinchados de agua, pero la zona siempre fue proclive a la sequía. No hay agua potable en el pueblo, sólo se la puede consumir si la hierven. Mucha gente se arriesga y la consume. La mayoría la compra embotellada.

San Adolfo tiene cien habitantes, se creó el 25 de Mayo de 1976, y la sensación de pueblo en construcción se percibe. Se trata de una calle larga, Avenida La Esperanza, en donde habitan estas familias que viven bajo la sombra de fresnos añosos, protegidos del implacable sol, una fila de casas, casi todos con la misma fisonomía, el almacén de Sara, una plaza muy bien cuidada, un establecimiento dedicado al acopio de cebollas, la sala sanitaria, el club y la escuela, que tiene secundaria: San Adolfo es un pequeño barrio de campo.

“Los vecinos nos ayudamos”, nos cuenta Sara, rescatando lo más positivo de las comunidades rurales. Saliendo a la ruta, enfrente está Hilario Ascasubi con 2500 habitantes, aunque la mayor relación la tengan con Mayor Buratovich, Buratopara ellos, con el doble de población.

La culpa es de la cebolla

San Adolfo no tiene iglesia, acá la fe se centra en la cebolla, símbolo de esta tierra. Tanto es así que una cebolla gigante es la anfitriona en la entrada. Sin embargo, este año no fue bueno y se siente en la preocupación. Brasil comienza a autoabastecerse y acá lo sufren: las ventan caen.

Un empleado de la planta empacadora nos cuenta que hace unos minutos tuvo que darle toneladas de cebollas a las vacas para que las coman. "No queda otra", se resignan. "Si no hay que tirarla, no queda otra”. Una recorrida por los campos aledaños nos ofrece la triste realidad, montes de cebolla se pudren al sol.

Sara tiene un buzón del correo en su almacén. “La gente manda carta, a veces es más rápido que Internet”. El correo, sin uso en la grandes urbes, aún cumple un rol cardinal en el campo. Acá el mapa se cae en el fin del mundo a los pocos kilómetros, cruzando el Río Colorado.

Nancy, la enfermera de la sala nos cuenta que faltan médicos. “Quién se va animar a venir tan lejos”, nos explica lo que se huele: la lejanía patagónica, la quimera de vivir en las antípodas bonaerenses. La avenida Los Fresnos nos lleva a la ruta y Sara nos prepara una vianda con chorizo casero y un plato.

“Hay chicos de acá que no han ido jamás al cine”. En complicidad, nos cuenta esta mujer amable y clara.Algunos niños se animan a saludarnos, poco acostumbrados a las visitas. A los pocos kilómetros de San Adolfo está el Balneario La Chiquita, 24 kilómetros de playas vírgenes, con una de las mejores vistas al Mar Argentino, un paraíso en donde la corvina reina.

San Adolfo, el barrio rural que vive sometido a las cotorras y a la sombra benévola de los fresnos, respira la esperanza de que la cebolla la próxima cosecha tenga compradores de todo el mundo. Mientras tanto tratarán de cuidar a los trabajadores que la siembran.

Datos:

Colonia San Adolfo, sudoeste de la provincia de Buenos Aires. Partido de Vilariño. Se accede por RN 22.

100 habitantes. Coordenadas: 39°23′46″S 62°34′01″O.

Por Leandro Vezco

Para El Federal