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Ciegos por dentro
13.10.2019 | 09:15

No enfrentar los propios miedos es siempre la peor de las ecuaciones a la hora de decidir cómo seguir hacia adelante. La realidad es una sola y con ella convivimos, lamentarse no genera soluciones y en todos los casos, es hora de arremangarse. Con todo eso en la cabeza, fui a elegir las vaquillonas que entrarían a servicio, una tarea que suele ser gratificante, porque soñas a futuro, te ilusiona, te esperanza. Claro, el detalle era que estaban iguales que cuando las vi hace apenas 4 meses atrás.

El camino de La Hormiga es el fiel reflejo de cuál es la consideración de nuestras políticas hacia el sector agropecuario. Nadie puede imaginar (ni el más croto de los Chinos) que un camión jaula tenga que transitar por esas huestes y de ahí, irse a un frigorífico que facturara apenas unos millones, para un gobierno que retendrá otros tantos y una imagen que contrastará dos realidades, un país agroexportador de carne y trigo al mundo y un interior que parece Kosovo después de la guerra.

La sequía marca la cancha, a las piedras florecientes del camino, el talco que todo lo tapa y el recuerdo lejano de alguna Champion, se le suma el serrucho demoledor, propio de la voladura constante y del tránsito infinito. Unos ñandúes se dan el lujo de entremezclarse en un rodeo, que rasquetea los últimos indicios de un sorgo que ya no está, mientras que la curva a la derecha nos desnuda una cebada ya encañada y sin futuro que vaya a saber que destino le dará nuestro vecino Pancho.

Bajarse de la camioneta y girar 360 grados antes de abrir la tranquera, me deja corriendo un frío la espalda cuando lo único que queda de un triticale que apenas asomó, un solo concierto de bostas desparramadas por metro, como si un bombardeo hubiera arrasado todo. Más que preocupante, angustiante, más aún pensando que es lo que sigue, cuánta primavera resta por venir, cuándo llegarán los grandes calores, el soplete, etc, etc, etc,

Los rygrases espigados, las colas de zorro en la misma condición y la cebada que nunca tomó vuelo, son las respuestas a todas esas preguntas, con la certeza de que las lluvias traerán pasto, traerán rebrote, pero nada, tomará vuelo ni contundencia, más allá de cualquier fertilizada que algún valiente haya metido.

La recorrida me muestra el sol cayendo y la polvadera suspendida, allá en el potrero que recorrí hace más de 5 minutos, como si a modo de gps natural, la terrada me quisiera marcar el camino trazado. Por momentos es una imagen pintoresca, con el fuego del poniente y por momentos es dantezca, con la realidad apretando sin piedad alguna.

Sun Tzu escribió en “El Arte de la Guerra”: “Si conoces al enemigo y te conoces a ti mismo no deberás temer el resultado de 100 batallas. Si te conoces a ti mismo pero no conoces al enemigo por cada victoria sufrirás una derrota. Si no conoces al enemigo ni tampoco te conoces a ti mismo caerás en cada batalla”.

Pienso en el país, en ese que a veces juzga livianamente al campo, en ese que siempre parece tener las respuestas para un sector que invierte sin red, que se lo busca en las supuestas buenas, que se le pide siempre un poco más y que lamentablemente, pocos conocen de manera cierta. Pienso en el país y la única reflexión que me queda, es entender que mientras sigamos sometidos a políticas ciegas de su propio territorio, lo más lógico será seguir viviendo y transitando la vida a los porrazos. 

Carlos Bodanza                                                                                           

Para Mañanas de Campo