Dejavú dirá alguno, esa imagen de algo ya vivido, que flota en el aire. Esa incapacidad de entender que el futuro es chiquito con un pensamiento cegado en que para que a los que no les va bien, les vaya bien, a los que les va bien, debe irles peor. Tal vez no sea un pensamiento, seguramente hay una cuestión ideológica que nace en lo más patético de un pensamiento político que entiende que para gobernar la Argentina, es necesario tener pobreza, es un círculo vicioso donde con más pobres, más votos cautivos de quienes sean los dueños de dicha libertad.

Desde el monstruo invencible en que se ha convertido el conourbano bonaerense, los cordones que hay y se mantienen en cada ciudad y la infinidad de subsidios por doquier repartidos ahora y siempre, muestran un círculo vicioso donde el futuro es cada vez menos posible, en una balanza en donde quienes sostienen el sistema, son cada vez menos y esa desigualdad, crece y crece, cada vez que se aumentan las retenciones, que se suben los impuestos y que se presiona de una u otra forma, a quienes trabajan, a quienes pagan y a quienes aparentemente, nunca se cansan de seguir bancando un país cada vez menos viable.

Para muchos la solución está en la educación, ya que un pueblo pensante, es un pueblo más capacitado, con más oportunidades. A esta altura de faros cortos, es una utopía, es mirar a un largo plazo a un país que cada día lo tiene más lejano. La única solución a nuestro problema actual, es la de la extinción del soborno, ese que erradicó la cultura del trabajo. Dije bien, los subsidios en nuestro país, claramente son extorsivos, aquí no hay una genuina intención de mejorar una situación transitoria, aquí se cautiva al subsidiado.

Si la cosa fuera de otra manera, habría un Estado preocupado por buscar el acercamiento de los privados –único y genuino generador de trabajo- a los futuros empleados. Allí deberían ir los subsidios, en cargas sociales, en aportes, en créditos blandos, en generar un positivismo laboral y no dejar todo en manos de la industria del juicio laboral y los mafiosos sindicatos y gremios, dispuestos a todo, sin jamás ponerse un segundo del lado de quienes arriesgan, invierten y sostienen el sistema.

De la mano de una gran mentira, Hambre, Pobreza y Solidaridad, la verborragia política, ha instalado un sistema de vida insostenible a largo plazo. Hambre puede haber seguramente, en el Chaco Salteño o en algún núcleo de una villa, pero el hambre seguramente está en donde el sistema de subsidios no llega, porque habrá quedado en el camino de punteros, de acomodados, de los cautivos del voto, por lo cual, el subsidio y el hambre no van de la mano.

Pobreza genuina es de aquel que trabaja y no le alcanza, porque de los otros está lleno, de los que no trabajan – y créanme en la Argentina si hay algo que sobra para el que quiere, es trabajo- y aquí está el mayor número, donde todas son conveniencias, exigencias y supuestas injusticias del lado del empleador, pero claramente, si se quiere ser pobre, se puede trabajar, para el otro, no hay categoría que no sea la de vago mantenido, de esas que sobran por miles en los conourbanos del país.

Y solidaridad, es la que tenemos todos al bancar a todo el sistema político, que vive de nuestros ingresos y nos llama a esforzarnos, con dietas intocables, con jubilaciones de privilegios, con vacaciones eternas por congresos que funcionan una vez por semana, con decenas de empleados, con una vida impropia de un cargo que debería ser un honor. No hay ni hambre, ni pobreza en la Argentina, lo que sobran son políticos y si realmente creen que hay hambre, que comiencen por casa, dejando sus propios sueldos.

La pregunta que me hago cada día; nunca vamos a enojarnos con estos mal llamados, señores? Hay una sola Argentina posible, una con políticos sabiendo que su fiesta llegó al final. La política en Chile entendió el mensaje, a nosotros todavía se ve que nos hace falta, humillarnos mucho más.

Carlos Bodanza                                                                                           

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